Carlos Pellicer

Para el joven matemático Víctor Neumann

enviándole el manuscrito de los

Esquemas para una oda tropical



I

Si apuntalé con tiempo de madera

el cielo destos árboles; si el canto

que desnudé en lo hondo de su encanto

se oye bajo la luz de una palmera;

si en el camino de su enredadera

el día de la selva suda tanto

que con las humedades de su manto

bañó su rencorosa primavera;

si sientes que aquí estoy como la hoja

diezmillonésima que se deshoja

del árbol de la vida que he vivido,

recógela y alísala, y abierto

el libro abandonado del olvido

viva con la ilusión de que no ha muerto


II

Víctor, te estoy diciendo y una honda

de la gran vida tropical afluye

como gota de sótano y construye

la secreta verdad ya en mi, redonda.

¡Cuánta espesura de estrellada fronda!

El tiempo en el espacio se diluye.

Nada está. Todo duele y todo huye

en una extraña y aparente ronda.

La gracia de los números, humilde,

lame a la eternidad como una tilde

y así estará mientras la vida viva.

Si la muerte está viva en nuestro pecho

mañana morirá, toda despecho,

si somos toda Luz de AMOR activa.


III

¿Moriremos? No sé si moriremos.

Si moriremos sólo Dios lo sabe.

Cuerpo chico, y es tanto lo que cabe.

¡El día con la noche en los extremos!

Si es fuerza que acabemos con los remos

en las manos del agua, si la nave

ha de llegar, que no la menoscabe

la sombra soberana que veremos.

Hay que encender la hoguera antes que acabe

la poca luz que queda. Ya se sabe

que la hoguera es incendio y luminaria.

Quemar es es resurgir. Si un ángel llega

como una Primavera voluntaria,

para empezar a ver, estará ciega.


Lomas,1955, Enero

Pellicer Carlos, "Para el joven matemático Víctor Neumann enviándole el manuscrito de los Esquemas para una oda tropical", Obras: Poesía, Luis Mario Schneider (ed.) México, Letras Mexicanas, Fondo de Cultura Económica, 2003, pp. 652 y 653, fuente: Impreso.